La era post-Case comenzó con una visita a la ciudad de Abel Pesoero, un sitio en el que, por él, me gusta ganar por aplastamiento. ¿Ayer lo hicimos? No sé, porque aunque el resultado no deja lugar a dudas, lo cierto es que, sobre todo en el primer tiempo, el Madrid no estuvo nada cómodo y el Celta dominó el partido. Carletto tiene que hacer una rápida remodelación del centro del campo y, también, de las posiciones que ayer estuvieron bajo la responsabilidad de Carvajal y de Mendy. 

La cantidad de balones que perdieron, en campo blanco,  Tchouaméni, Mendy, Camavinga y algún otro más podrían haber costado muy caro ante un equipo más efectivo en ataque. Entiendo que hay que darle tiempo a los nuevos a asumir sus roles pero, como ninguno de ellos tiene las características defensivas del que ha dicho adiós, habrá que hacer una meditada redistribución de responsabilidades. He recordado una situación similar, hace años (2003), que padecimos tras la venta del estabilizador Makelele, también, a un equipo de la pérfida Albión. Espero que no estemos ante una versión 2.0 de aquel error.

Como viene siendo habitual vimos un Madrid de dos caras. Una de ellas fue la de un equipo limitado y encorsetado en la primera mitad y que, aún así, cerró el parcial con un cómodo 1-2 gracias a un equilibrado VAR que subsanó la intencionada ceguera de ese árbitro al que, desde hace mucho tiempo, hemos renombrado, cariñosamente, como Gil Marrano. Tampoco vio el Gil -¿casualidad?- los constantes ataques de Mallo a Vini The Rocket que intentaban intimidar al brasileño con el respaldo, a base de pitadas, de una grada temerosa del brasileño; sí detectó y sancionó –justamente–, de inmediato, la mano de Militao que devolvió el penalti a los azules y les permitió equilibrar, temporalmente, el marcador hasta que apareció el genio de Zadar y metió un golazo por el mismo sitio donde, hace unos días,  Alaba condenó a muerte al Almería. ¡Qué grande es este hombre! ¡Cuánto necesitamos que mantenga este nivel muchos años más! La Modric-dependencia del Madrid es un hecho más que contrastado y, por ello, Ancellotti tiene cuidarlo con mimo de mamá protectora.

La segunda parte, como es habitual, fue otra historia, principalmente porque los chicos del cabreado Coudet no pudieron mantener los pies sobre el acelerador y el campo se abrió para dar facilidad al Madrid en los contraataques. El primero de ellos, el del 1-3, lo inició –quién si no– el doctor Lukita con un pase kilométrico al Vini, que, en carrera, dejó tirado a Mallo el acosador y, burlando al guardameta Marchesín, marcó a puerta vacía. Era el minuto cincuenta y seis. Diez minutos después, y con el Real como dueño y señor del campo de batalla, llegó el cuarto, otra prueba de la potencia de los blancos para ir a la contra: Tchouaméni se queda con un disputado balón en campo madridista y abre de inmediato hacia el Vini que, viendo a Benzema desmarcado, le hace un largo pase lateral, pero el francés resbala y tiene que dejar pasar el balón, cosa que aprovecha el "Expreso de Montevideo" para, con un disparo de medida fuerza, marcar el gol que cerró el marcador. Aunque, justo es mencionarlo, tuvimos una oportunidad para la “manita”, un penalti, esta vez del mamporrero Mallo, sobre Karim que el francés, con sabia generosidad, cedió al recién incorporado Eden Hazard y que este, falto de confianza, falló. ¿Podrá recuperar alguna vez Carletto a este jugador de indudable talento? No lo tengo nada claro.

Dos jornadas, dos victorias y ya estamos al frente de la Liga del amigo de Piqué.

¡Hala Madrid!

P. D.: Por cierto, precioso el bailecito que Vini dedicó a la amable grada de Balaídos.