No sólo fue porque encajamos la primera derrota de la temporada sino porque, por primera vez, un rival agujereó a base de velocidad, presión y buen posicionamiento nuestra defensa. Y, por suerte, tuvimos de nuevo bajo los palos a San Courtois, que evitó que el marcador en contra fuese aún más abultado.

No puedo asegurar si fue por un exceso de confianza o porque nos faltaban tres jugadores importantes (Benzema, Modric, Valderde), pero lo cierto es que el Madrid no salió como esperábamos:  a morder, a buscar rápidamente el primer gol para marcar terreno. Parecía que los que ayer vestían de blanco eran el real Real Madrid, pues fueron ellos quienes llevaron la iniciativa y el control de partido durante gran parte del primer tiempo. Y no es que Asensio o Camavinga hicieran un mal partido, no, pero faltó un líder que pusiese orden en el campo y exigiera a Rodrygo –en mi opinión, jugó un partido muy por debajo del nivel que ha estado mostrando– y a Vinicius  que fueran más verticales, que se fabricaran espacios y que dejaran para más tarde las virguerías que tantos balones nos hicieron perder; eso, dicho sea, sin desmerecer el buen trabajo defensivo de los muchachos de Marco Rose, sobre todo, Gvardiol, bestia negra de los delanteros madridistas.

A los dos goles del Leipzig, que se consumaron antes de que transcurrieran veinte minutos de partido y cuyo origen fueron dos saques de esquina, contribuyeron los nuestros con un deficiente marcaje de los rivales. Y lo mismo ocurrió en el último gol, el que marcó la diferencia, donde el siempre eficiente Militao perdió de vista al recién incorporado Timo Werner y permitió que este batiera al Yashin belga a placer. Ancelotti, buscando una mejora ofensiva, mandó a Nacho al lateral izquierdo y devolvió a Rüdiger al centro de la defensa. No sé si fue eso o que, con la cómoda ventaja adquirida, los de Red Bull decidieron que podían bajar un poco el pistón, pero lo cierto es que el Madrid mejoró y eso, al final, permitió que, con el gol del Vini, no se perdiera la esperanza de que, al menos, un empate nos garantizara el liderazgo del grupo.

En la segunda mitad, con un banquillo mermado, los cambios de Ancelotti se retrasaron y estos aportaron poco. Los primeros refuerzos fueron Alaba y Carvajal –por Nacho y Lucas Vázquez– y, más tarde, entró Hazard por un Kroos bastante agotado. Nada nuevo bajo la luna, excepto que sin el alemán se perdieron las opciones de los rápidos cambios de frente de ataque y, con el Madrid volcado en busca del empate, una pérdida de balón abrió las puertas para el contragolpe que remató Werner. Y ni siquiera el “yo me lo guiso, yo me lo como” de Rodrygo, provocando un penalti en el descuento, nos dejó la impresión de que otra remontada, marca de la casa, era posible.

Hay que decir también que la situación no es crítica y sólo de los blancos –ayer de negro– depende terminar como primeros de grupo ante un rival teóricamente muy inferior como es el Celtic de Glasgow. No obstante me gustaría tener listos, al menos, a Benzema y a Valverde para  el próximo dos de noviembre.

¡Hala Madrid!