Según los “santeros” cubanos, tan bien valorados entre muchos españoles, “aché” es un sinónimo de suerte que marca muy favorablemente a los elegidos por los dioses y, luego de lo que vimos anoche, está claro que Marco Asensio, tras la lesión, algún trabajillo se hizo.  La prueba del algodón está en el irrefutable hecho que los fieles blancos vimos con estos ojos que, miserablemente, intentan cerrar la COVID19 y sus sicarios nacionales y extranjeros:  apenas transcurridos veinte segundos desde su irrupción en el campo –bendecido también por su jefe, que ya sabemos que baraka tiene-, el primer balón que toca se trasmuta en gol. ¿En gol? Nooooo, ¡golazo!  Que Asensio, Benzema, Hazard, Kroos y Modric tienen mucho talento, nadie lo duda, pero que se junten talento, suerte y una –en mi opinión- injusta y sorprendentemente favorable decisión arbitral que anuló el gol del Valencia, no es algo que ocurra todos los días.

Está claro que pedir a los nuestros que jueguen un partido completo, al nivel que deseamos y exigimos, es una quimera. Tenemos que admitirlo, acostumbrarnos a ello, disfrutar los momentos estelares y cabrearnos lo menos posible con minutos como los que nos regalaron en la primera mitad. Hace tiempo también he admitido que pocas veces comparto las decisiones del sabio Zinedine –entiendan que esos tres golazos generan indulgencia-, y me explico: si Fede Valverde fue, ante el Eibar, el eje de la vuelta a la efectividad, ayer, su posición de falso extremo derecho aumentó el bloqueo posicional que venimos padeciendo. La entrada de Asensio, alrededor del tradicional minuto 70, cambió radicalmente al equipo y empezamos a ver un juego más rápido, más fluido y, en consecuencia, más efectivo. ¿Cómo lo justifica el Míster? 

El Valencia, tras unos primeros minutos de inefectiva soba de balón por parte de los blancos, demostró que se sentía cómodo en el Di Stéfano y nos salvamos gracias a un palo de Rodrigo –más aché- y a la polémica decisión del VAR de anular el gol que tuvo también como principal protagonista al ex del Castilla. Bajo mi punto de vista el gol fue legal, no veo del todo claro la interferencia de Maxi Gómez en la jugada..., pero opiniones tendremos de todo tipo, entre ellas, como siempre, la del militante anti-madridismo. Lo indiscutiblemente decisivo fue que la anulación del gol fue un balón de oxígeno para un Madrid, en ese momento, superado y un paralizante chorreo de agua helada para los chicos de Celades, cosa que permitió llegar al descanso con un equilibrado empate a cero.

Los tres goles del Madrid, en la segunda parte, fueron de los que gustan a la afición y liberan, momentáneamente, de peso a los sofás. El primero de ellos, de Benzema, fue producto de una rápida jugada generada por un balón largo de Modric, que controló a la perfección Hazard y cedió al francés que entraba, completamente desmarcado, por la derecha. Del segundo ya hablamos: centro, no sencillo, de Mendy, desde el fondo izquierdo, que el talento de Asensio se encargó de transformar en una volea de gol. El tercero, que fue el que más gustó, parte de una excelente recuperación de Casemiro que deja el balón en los hábiles pies de Toni Kroos y este, desde el centro del campo, envía un largo balón a la otra banda por donde venía, como una ordenada locomotora, el renacido Marco. Lo que vino después fue lo maravilloso: si alguien me explica, detalladamente, como rayos controló Benzema el pase del mallorquín le estaré eternamente agradecido. ¡Grandísimo Karim! Con el gol del francés acabó el partido, aunque el árbitro haya expulsado, poco después, por roja directa, a Keang -en mi opinión lo justo hubiese sido una amarilla- y más tarde haya llegado la lesión de Coquelin que dejó al Valencia con nueve jugadores.

Mantenemos la distancia con los mantenidos. ¡Buena noticia!