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[ TIRAD SOBRE EL PIANISTA ]

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CORAZON DE MELON

Mis mujeres de Cine- 6.

Le debía esta entrada a Claudine Lucie Pauline Huzé que, desgraciadamente, nos dejó el pasado 15 de Octubre. Tengo claro que ese nombre no es de los que se quedan en la memoria y, quizás, por esa misma razón, Truffaut, el hombre que le dio su primer papel importante en el cine a sus 22 años,  se lo cambió inmediatamente por el de Marie Dubois en homenaje a un personaje novelesco de su admirado Audiberti. Truffaut –como Hitchcock o Hawks- tenía un innato talento para descubrir actrices especiales, diferentes… y Marie Dubois, Claudine, lo era. Lo que más me gustaba de ella eran sus ojos -claros, verdeazules, preciosos-, que podían expresar dulzura y tristeza, alternativamente, como pocas veces he visto en el cine. Ella ha estado presente en algunas de mis películas inolvidables como Vicente, Francisco, Pablo y los Otros, en la que interpreta el papel de la desencantada –y adúltera- mujer del rácano Michel Piccoli; la princesa de la última película de Visconti, El inocente, o Jules y Jim, también de Truffaut, donde es una ex de Jules, las tres en papeles de segundo nivel pero no por ello menos memorables. Protagonista sí era, en cambio, en la primera cinta en que la ví y que bastó para que entrara en el selecto ranking de Las Inolvidables. Me refiero, que no se me olvide mencionarlo, a Solamente un verano – que originalmente se llamó La maison des bories, de Jacques Doniol-Valcroze-, donde interpreta a la amable y dulce esposa de un aburrido catedrático. Sólo la he visto una vez, a comienzo de los años setenta, pero su tensa y no conclusa historia de amor con un estudiante alemán que les visita ese verano ha quedado para siempre en mis recuerdos. Y os aseguro que la he buscado por todos los sitios imaginables. Se me resiste -como también otras dos de aquellos tiempos: Los Abedules –polaca, de Andrezj Wajda– y Confianza –húngara, de Itsvan Szabo–, pero confío en que la conseguiré: siempre he tenido fe en las segundas oportunidades.

Pero volvamos a su primera vez, a Tirad sobre el pianista, en la que interpreta a la empleada de limpieza del bar de ínfima categoría donde toca –tristemente- el piano Charlie (Charles Aznavour), el centro de toda la historia. El origen de la segunda película de Truffaut es una novela negra americana (Down There, de David Goodis) que nunca he leído. A pesar de ello, apuesto a que Truffaut utilizó solamente la idea general de la novela y se otorgó generosa licencia en su adaptación a la gran pantalla. La película comienza con la loca carrera de un hombre perseguido que termina rompiéndose la cabeza contra una farola. Del suelo lo levanta un desconocido que lleva un ramo de flores para su mujer y que termina contando su historia de amor al fugitivo. Esta escena extraña y, a todas luces, falsa, marca el estilo narrativo de una historia que se mueve en dos niveles: el que actúa como motor y provoca los acontecimientos que impulsan a actuar, muy a su pesar, a los personajes principales; y el segundo, y verdaderamente importante, el que cuenta la tragedia personal de Charlie, y que a mí se me antoja que para un observador social, como lo era Truffaut, no es más que la representación de la generación francesa de la posguerra, como también lo es Lena (Marie Dubois). La primera es una historia negra, de unos delincuentes que persiguen a otro delincuente que los ha engañado y que busca protección en el antro donde su hermano, Charlie, intenta olvidar su vida anterior. Todas las escenas en las que aparece esta pareja de gánsters a la francesa resultan poco creíbles, tanto que a veces se percibe cierto ambiente de comedia: son habladores, ingenuos, casi educados, inútiles y, lo que es peor en esta profesión tan peligrosa, pésimos tiradores. Pero ahí están, para hacer su verdadero trabajo, el de catalizadores en la historia de amor entre Lena y Charlie, un amor, hasta su aparición, de un solo lado, el de Lena. 

La escena donde Truffaut muestra por primera vez a Lena/Marie es perfecta: ella pasa rápidamente, sin mirar siquiera a la cámara, inexistente para los ojos de Charlie -que miran pero no ven-, pero sin dejar de pasar inadvertida a la mirada del espectador atento, que sabe que acaba de ver a una de las protagonistas de la historia que está por empezar. Porque Charlie, en realidad, no es Charlie, sino un ex–famoso pianista que en su otra vida se llamó Edouard Saroyan, procedente de una familia humilde, con dos hermanos delincuentes y otro, el menor, al que intenta llevar por el buen camino apartándolo del resto del clan. Charlie/Edouard huye del éxito y la fama no porque no le atrajeran, sino porque piensa que los obtuvo por una vía poco ética: su mujer, una bella camarera, se ha acostado con un famoso empresario que, a cambio de sexo, le ha prometido un contrato para Edouard. Edouard es tímido e inseguro y ella no puede vivir en paz con ese sentimiento de culpa, y la relación entre ambos se deteriora día a día. Todo termina cuando ella le confiesa a Edouard lo que ha ocurrido y ante la reacción de él, se suicida. Con ella muere Edouard y nace Charlie (algo imposible en este tiempo de Facebook, twitters y selfies que controlan hasta el más mínimo cambio) en el mismo París, pero en un barrio más pobre, como corresponde a un tipo que decide ganarse la vida como empleado de limpieza. Pero Charlie lleva la música en las venas, y como en el bar hay un viejo piano, un día Charlie pide permiso para tocarlo y ahí empieza su segunda vida de pianista y queda un puesto de trabajo libre para que lo ocupe Lena, que es la única que sabe, porque se ha enamorado, que Charlie no es realmente Charlie. Pero Charlie –lo repetimos- es tímido y, además, para desgracia de Lena, tiene de vecina a una guapa puta que también se siente atraída por el pianista triste y melancólico y le ofrece sus servicios sin exigir el pago inmediato de los mismos, ocupándose también de dar de comer al hermano menor. Con estos antecedentes tenía que ocurrir algo excepcional para que Charlie se fijara en Lena, y de eso de encargaron su hermano y sus perseguidores. La historia termina mal para Lena y mal para Charlie, aunque al menos pudieron disfrutar de una noche de amor y Charlie -aparentemente resignado y abúlico-, comienza, luego de perder a Lena, una tercera vida en la que parece que irá a repetirse el ciclo maldito con la nueva chica de la limpieza. 

He visto cuatro veces -en más de treinta años- esta película y siempre encuentro detalles que no había advertido antes, y esta última vez uno, que había olvidado y que en la historia es secundario, es el que me ha impulsado, junto al recuerdo de Marie Dubois, a escribir sobre ella. Quizás no debía haber escrito sobre esta película, pues ya es suficiente con haber robado su título para el blog, pero resulta que el hermano menor de Charlie era un amante del chachachá y canta, en español, uno de esos que servidor ha escuchado millones de veces: Corazón de Melón. Un melón de corazón que aquí, en España, sería un corazón de sandía. Ese es el divertido – y a veces un poco jodido- problema que le cae a uno, con algunas palabras, cuando se mueve de un país a otro aunque la lengua madre sea la misma. El autor de esa melodía, por ejemplo, terminó viviendo en México. Las hermanas que la interpretaron la primera vez que soy consciente de haberla oído –en la comedia de Cantinflas Sube y Baja (apropiado título para el que tiene que empezar de nuevo cada cierto tiempo)-, el quinteto de las Hermanas Benítez, terminaron en Suecia, España, Estados Unidos y México. Hay tantos cubanos dispersos por todo el mundo –por distintas razones pero, la mayoría, ajenas a su voluntad– que casi siempre me encuentro algún compatriota cada vez que visito un nuevo país o una nueva ciudad. Y, como ocurre con los ridículos gánsters del film de Truffaut, el motor que impulsó todo esto fue el castrismo, el castro-comunismo o como quieran ustedes llamarle. ¿Y cómo es posible que ante una desbandada como la que lleva ocurriendo desde hace 55 años haya gente que todavía no pueda entender lo que realmente ha ocurrido y ocurre en Cuba? ¿Cómo es posible que un presidente de los Estados Unidos sea tan insensible con una historia que le toca tan de cerca? Porque un acuerdo como el que pretende firmar Obama debería dejar sin efecto la llamada Ley de Ajuste Cubano que permite, automáticamente, obtener la residencia en Estados Unidos a todo cubano que ponga pie en su deseada tierra. ¿También se alegran de ello los cubanos, de dentro, que han aplaudido el acuerdo? ¿O los que aplauden son los que, por una razón u otra, creen que les conviene quedarse a vivir eternamente en ese país en ruinas? Hay de todo, y es muy difícil medir los márgenes de beneficio de los que dan lo ocurrido por bueno. Eso sí, tengo muy claro quiénes son los que han ganado por amplio margen: los que su bienestar depende directamente de cuánto pueda prolongarse la vida de la dictadura cubana. Y aunque la mayoría de esos viven dentro, hay muchos que viven fuera y no son, precisamente, cubanos. Un ciclo maldito, también, es el que parece que estamos condenados a vivir las últimas generaciones emigrantes cubanos.

P.D. Y como estamos de fiesta aquí tienen la versión de las Hermanas Benítez en Sube y Baja.

COMENTARIOS [0]
[ yesterday ] ha dicho:
27-12-2014

Tampoco vi la película comentada en este artículo, y como dicen los demás, tomo nota de la sugerencia y procuraré resarcirme en estas Navidades. Mezclan muy bien el cine clásico y las festividades, se está más tiempo en casa, se pasa más tiempo con la familia... además ahora que escasea el buen cine de estreno, bien está inclinarse por las películas de otra época, cuando de verdad el cine era el séptimo arte.

Gracias Wh por acercarnos esta pequeña gran obra.

 

 

[ bg_rules ] ha dicho:
27-12-2014

Ya se echaba de menos alguna entrada de la serie de cine, que últimamente nos prodigamos poco, santagueda incluida. 

Aunque siempre digo que los mejores haciendo cine son los americanos, cuando me preguntan si me gusta en cine francés, siempre digo que a mí lo que me gusta es el cine bueno, sea de donde sea. El ritmo del cine europeo suele ser más lento, y el francés no es una excepción. Por esa razón me inclino por el americano. Pero lo bueno es lo bueno.

Excepto una, estas películas de las que escribe wh hoy no las he visto, pero intentaré buscarlas, estimulado precisa mente por su fino artículo. La que sí he visto -Vicente, Francisco...-, recomendada por un buen amigo, es muy buena y tiene  un emotivo final que solo él ya justifica toda la película.

Feliz Navidad a todos.

[ pezuco ] ha dicho:
26-12-2014

 

Echaba de menos el cine en MqM, una de mis aficiones preferidas. Estoy casi seguro que no he visto la referida película, ni siquiera mi mala memoria me impediría recordarla, y leído lo escrito, voy a ver si puedo encontrarla por el ciberespacio y deleitarme con lo que parece una joyita del séptimo arte.

Por cierto, la Sra Claudine tiene unos ojos de lo más expresivos... sólo por eso ya entran ganas de ver la película, no está nada mal esa carita. 

Lo dicho, que me voy a buscar esa película e intentaré verla lo más rápido que pueda, gracias Wh por traernos un poco del cine del bueno.

 

P.D. Conozco a una actriz francesa, de nombre Sophie... creo que ella también se merece una mención en MqM.

 

[ NickAdams ] ha dicho:
26-12-2014

No he visto esa peli que comentas, wh,creo que tengo unos añicos menos que tú. ¡Jajajajaja! 

Me acuerdo de ella, guapa, sí señor, y lindos ojos, en una de Resnais, "Mi tío de América".  Y ya que sale América, voy a informe algo más sobre esa Ley de Ajuste para los cubanos, que no la conocía.

Y me he quedado con ganas de ver la de Aznavour. La buscaré.