Una de las informaciones más graves de los últimos tiempos nos la dio Alfonso Guerra hace unos días. Sobre la misma, prácticamente nadie ha hecho referencia. Afirmó Guerra que, cuando se presentó la Ley de Violencia de Género, se dijo que iba directamente contra la Constitución, al tratar de manera diferente a hombres y mujeres por el mismo delito y por desplazar la carga de la prueba al acusado. Parece que le respondieron como razón irrefutable para obviar lo anterior que había muchos más crímenes de hombres a mujeres que al revés. Habló Guerra con el presidente del Tribunal Constitucional sobre el asunto, apuntando que la ley era anticonstitucional, a lo que parece que le respondieron que no se preocupara porque, de ser recurrida, el TC la tumbaría porque... era obviamente anticonstitucional.

La solución de algunos diputados (entre ellos el propio Guerra) para no tomar parte en el latrocinio en primera instancia fue ausentarse de la votación, en un alarde de valentía y sentido de la responsabilidad realmente ejemplar. Recurrida la ley, el TC la terminó aprobando, y cuando Guerra fue a pedir explicaciones al presidente, este le respondió que fue imposible superar las presiones que había sufrido Tribunal, no especificando exactamente de quién eran esas presiones, aunque esto es relevante. En definitiva, lo que Guerra nos dice es (1) que los diputados aprueban leyes injustas y, en vez de votar en contra de lo que creen injusto, huyen como ratas para no significarse cuando el pensamiento único sale a pasear; y (2) que el TC prevarica y lo reconoce, anulando la legitimidad de su propia existencia.

Decir que estas declaraciones de Guerra no tienen mucha transcendencia porque ya sabemos que aquí no hay separación de poderes etc., y que, por lo tanto, no nos están descubriendo nada nuevo, es una irresponsabilidad gravísima. Que los medios afines al sistema putrefacto hayan ignorado este escándalo es lo que todos esperamos. Lo sorprendente y verdaderamente desconcertante es que quienes teóricamente representan la poca oposición a esta cloaca (medios como Intereconomía o Radio Ya y, por otro lado, el único partido que aparentemente se enfrenta al sistema corrupto establecido, o sea,  VOX) también hayan desatendido este asunto de manera realmente sospechosa. Por ejemplo, Ariza, presidente de Intereconomía, ayer noche espantaba el asunto como si fuera una mosca con un "ya sabemos quién coloca a los miembros del TC"; en RadioYa, de similar forma, ante la insistencia de los oyentes, respondían bueno que sí, bueno que no y lalalá... Y VOX, que yo sepa, no ha hecho la más mínima referencia al asunto. 

¿Por qué, ante un asunto de tamaña gravedad, hay este desprecio, siendo este un asunto que, además, bien podría ser explotado para denunciar y descalificar a toda la basura que nos gobierna y nos ha gobernado hasta ahora, marcando así la diferencia con el resto de partidos? ¿Nos están diciendo que, ante una declaración de clamorosa prevaricación del TC, tenemos que dar la callada por respuesta y asumirlo con naturalidad? ¿Esta información no supone automáticamente la invalidez no sólo de la ley de marras, sino de todo el sistema político que, ahora ya de forma explícita, nos consta que está contaminado?  ¿Es que a nadie le importa lo que está pasando? ¿Es que VOX tiene que sufrir el escándalo de una reprobación a Ortega por denunciar una ley que ahora sabemos que el TC aprobó prevaricando, por si no fuera suficientemente claro de por sí su carácter anticonstitucional? ¿Ni siquiera el propio Ortega, después de haber sido arrastrado por todos los medios y por todos los partidos en el Ayuntamiento de Madrid, ha sentido la necesidad de tirar de esta información para defender su posición, que es la de la inconstitucionalidad de la Ley de Violencia de Género? ¿Qué está pasando que nada encaja, ni siquiera lo que hacen los propios que creíamos eran los nuestros? ¿O es uno está equivocado y todo este asunto en realidad no tiene demasiada transcendencia?

La conclusión es que los que creíamos ser los nuestros, una vez más, nos están empujando a la abstención. No se puede pretender que vayamos a votar participando en un sistema que todos saben corrupto, asumiéndolo ellos y nosotros con naturalidad. Ahora ya sólo falta que VOX facilite la presencia de C''''s en la mesa del Congreso renunciando a lo que legítimamente le corresponde por su número de diputados, cosa desde luego insignificante comparada con la normalización de un sistema sustentado en la prevaricación y en la mentira a la que, ahora, ya parecen estar contribuyendo todos.