Visto el partido contra el Español de anoche, uno empieza a pensar si Lotería ZZ, que es un señor muy elegante y deportivo, lo que realmente buscaba era, al modo del hándicap ecuestre, equilibrar de alguna manera la ventaja que le proporciona esa enorme flor perenne que transporta entre sus distinguidas nalgas, razón por la cual nos alineó a Cachopo Benzemá  y Ausente Asensio, que viene a ser como jugar con dos jugadores menos, a veces tres, como cuando se ponen en medio y estorban la jugada. El Ausente es un chico que, teniendo mucha clase, en su deambular sin rumbo fijo se la guarda normalmente para mejor ocasión, dándose un aire enigmático que le debe de parecer muy atractivo al francés del banquillo, a juzgar por lo mucho que lo utiliza; Cachopo (ya saben: delicioso –este, en lo técnico–, robusto en su gordura y empanao de norte a sur) es, sencillamente, eso: el Cachopo, y como ya lo conocemos todos, pues no profundizaremos.

El caso es que arrancaba el partido, que nos reservaba a estos dos elementos perdidos por el espacio y un montón de espesura por toda la galaxia, cuando el insaciable Ramos, que nunca parece que tendrá suficiente, se nos despistó (raro, raro, raro…) pensando en ejecutar el gesto típico de la casa, que consiste en sacar el culito hacia atrás, echar su pecho lobo hacia delante, otear el horizonte con el visor vertical y lanzar un melón de tres kilos setecientos gramos y que salga el sol por Antequera, de forma que, entretenido en la suerte, se olvidó de controlar como los hombres el objeto convertible en cucurbitáceo, se lo dio a un contrario en zona roja y airosamente le soltó al pobre osado el correspondiente navajazo para detener el contraataque, fuera sutilezas. De esta manera tan ramosa, a los dos minutos ya teníamos a nuestro  central favorito con su tarjetita colocada; sólo restaba quedar a la espera  del clímax, que todos estábamos seguros de que terminaría llegando. 

Alguno pensará que a Capitán Tatuaje le tenemos ojeriza o algo, pero no es el caso. Nuestras predicciones se basan en cálculos puramente científicos. Dado que el número de segmentos de lucidez de este alumno aventajado es cada vez más escaso tanto en su longitud como en su frecuencia, por un simple cálculo de probabilidades se llega a la conclusión de que, una vez cargado con la tarjeta,  al menos en un momento de esa obscuridad cuasi permanente va a exponerse a la expulsión si no lo remedia el entrenador sacándolo antes del campo o el árbitro haciéndose el sueco y mirando a Cincinnatti.

Ya sabemos que Lotería ZZ es hombre de medidos cálculos cuando de estrellas rutilantes  se trata, así que era mucho pedir que aprovechara esta pintiparada ocasión para poner lo huevos encima de la mesa, ecce homo, y dejar clarito quién manda aquí y por qué, largando al atontao ese a la ducha y desactivando la posibilidad de quedarnos con diez jugadores. Esto, en los mundos del buen rollito y tal, es inviable, así que lo dejó en manos del árbitro, que se tragó, no una, sino dos expulsiones del interfecto no se sabe muy bien por qué, si porque es un colegiado más malo que cagón o más cagón que malo, aunque probablemente el paquete incluya ambas versiones: primero, en unas manos clamorosas, y después, en una de esas semi-agresiones descontroladas tan típicas del personaje, que además fue penalti por producirse dentro del área. 

Entretenidos, pues, con estas cosas del líder del equipo, se producía la lesión de Casemiro, que es asunto jugoso del que tratar. Para empezar, de manera incomprensible, una vez que Casemiro recibe la coz de la mula españolista y se queda arrastrándose, desde el banquillo no se da la orden de hacer saltar a alguien a calentar por si acaso era necesaria la sustitución, que para qué vamos a andar incomodando a los chicos. Casemiro salió del campo y volvió a entrar, y seis minutos pasaron hasta que decidió que no podía seguir, que fue el momento en que, ahora sí, ZZ le dijo a Kroos que se pusiera de corto, probablemente porque ya entendió el francés que para que alguien sustituyera a Casemiro tenía que salir primero del banquillo. Durante esos seis minutos, seguramente ZZ debía de estar comiendo pipas Tijuana, que dejan los dedos pringosos y, a lo que se ve, también obnubilan las entendederas. 

El asunto Casemiro nos llevaría, si es que no tuviéramos limitaciones de espacio, a comentar alguna cosilla sobre el asunto de los fichajes de este año, o no fichajes, más bien, pero esto lo dejaremos para otra ocasión. Lo que sí reveló el cambio es que ZZ no tiene predilección por nada en concreto en lo que se refiere al sistema de juego, porque, en realidad, no debe de darle demasiada importancia al asunto. Debe de pensar que para qué leñe quiere ponerse a dar vueltas a los sistemas si tiene los mejores jugadores que le resuelven la papeleta, minuto 93 incluido. Recordaremos que cuando Zidane cogió al equipo el año pasado, Casemiro comía palomitas en su casa el día de partido. Allí estaba la BBC, Kroos, Modric y algún mediapunta imprescindible para aderezar como es debido los intocables mundos de Flóper. Ni se le ocurrió durante un buen puñado de encuentros contar con un mediocentro de contención y anclado en su espacio. Por azares de la vida y derrotas encadenadas, terminó dando un giro de 180 grados a sus planteamientos originales, y desde entonces hasta hoy Casemiro se ha convertido en un fijo indiscutible. Esto no ha sido así porque Casemiro sea un mediocentro como no hubo otro, sino porque siendo un jugador muy respetable, ocupa un puesto y hace una función esencial. ZZ tardó un buen un rato en darse cuenta, torpiño, y a partir de entonces parece que el francés lo tiene claro.

Tenemos que pensar, por lo tanto, que cuando hoy decide saltar al campo con un 4-1-4-1, con Casemiro anclado como es habitual, es porque ha estudiado al rival y el mismo lo requiere, probablemente por tratarse de un partido a domicilio, aun siendo contra un equipo claramente inferior. Lo que hace desconcertante lo de este entrenador es que, obligado por las circunstancias, haga saltar a Kroos, pero no le asigne el cometido del jugador al que sustituía, siendo este cometido esencial para mantener la estructura y el orden. De esta manera, Kroos hacía alegres viajes al borde del área que eran cubiertos, o no, vaya usted a saber  –y he aquí la cuestión–, por Modric, que a su vez hacía los mismos viajes por aquí y por allá mientras Kroos ya veríamos si a su vez le cubría la espalda, en unos relevos inciertos y desordenados, abandonados a la inspiración de los muchachos, que son muy listos y competentes y para qué les vas a decir. En otras palabras, desaparecía el medio centro como tal. Lo importante de la cuestión no es si es adecuada la transformación descrita, sino si es una transformación controlada. Pinta de contradictoria, tiene, la verdad. A mí, este tipo de cosas de este entrenador me dan mal tufo, y por eso no es santo de mi devoción. Me transmite un cierto descontrol, que termina supliendo con la famosa flor y la mejor plantilla.

Y así, con el equipo a su libre albedrío, dos pegotes ausentes por estar en viaje astral y un nivel de juego para olvidar, ¡bluf!, va y se encuentra con un gol en el minuto 93, pero esta vez de la primera parte. Y entre eso, el desgaste de un equipo muy inferior y otro ¡bluf! a medio camino de la segunda parte (en este caso, además, un ¡bluf! que aparentemente justificaba el cachopazo de setenta minutos soportado), se vuelve a llevar otro partido y bate todos los records de no sé qué gaitas. Alguno dirá que no estamos contentos con nada, pero, ¿qué quieren que les diga?, yo, de esto que estamos viendo, sinceramente no me fío un pelo y lo miro con bastante recelo.