La idea era arrancar el presente comentario valorando el sorprendente equipo que Zidane decidió alinear en Anoeta en esta primera jornada de liga, pero haberme cruzado –ojo, que conste: accidentalmente– con el programa (Hoy jugamos) de comentarios postpartido del canal Real Madrid TV y haber permanecido cinco minutos, no más, de penitencia viéndolo me ha dejado tan abrumado, tan aturdido y tan turulato que no puedo sino dejar eso de la alineación para más abajo en el segundo párrafo, porque los personajes de esa cadena y el bodrio que nos sueltan se merecen una mención especial: ¡qué manera de mirarse el ombligo, qué empalago de autobombo, qué empacho de halagos encadenados en un no acabar de eternidad infinita sin fin que no termina! Se comprende que el canal propio no se caracterice precisamente por ser crítico con el equipo, pero todo tiene un límite, señora, o debería tenerlo al menos. ¡Qué programa más pastoso, qué tíos más pelmazos y que rubor de madridista! En fin, vayamos a lo nuestro, que esto anterior no lo reconocemos como propio...

La decisión de Zidane de dejar a James e Isco –y también a Lucas, no se nos olvide–  sentados en el banquillo trae sin lugar a dudas un aroma francamente agradable. Independientemente de cómo le hubiera salido la jugada y de las opiniones que cada cual podamos tener sobre qué jugadores nos parecen preferibles en cada momento, lo que resulta realmente esperanzador es ver que a quien decide no le tiembla el pulso para dar prioridad a un casi maldito (Kovacic) y a un joven recién llegado (Asensio) sobre Isco (x3) y el millonario colombiano, para al final terminar incluso diciéndole a este último que puede llegar a ser el sexto elemento tras Modric, Kroos, Kovacic, Asensio, Lucas e Isco. Es decir, parece que el francés lo tiene claro y va a hacer de su capa un sayo. Aunque yo creo que James en concreto no merece tanto castigo, parece que Zidane está dispuesto a repartir látigo según la necesidad del momento y su libérrimo criterio. Lo que queda por descubrir, no obstante, es si ese pulso sin temblor será extensible a todos los jugadores, Cristiano incluido. Mi apuesta es que no, pero ojalá me deje mal el entrenador y nos sorprenda más adelante sentando al portugués para darle descanso cuando el enfrentamiento sea en casa con el colista o cuando el partido vaya con un 4-0 en el descanso, con lo que conseguiremos que el chico no nos llegue fundido a la recta final de la temporada como suele. Ya digo, no doy dos duros por ello, pero ya veremos.

El caso es que ayer, tomada la decisión mencionada anteriormente, tuvo Zidane (y empieza a ser costumbre) la suerte de cara, de manera que en el minuto uno de partido asistíamos al mejor argumento anti matraka tiki-taka que se le puede ocurrir a uno: pase en diagonal de cuarenta metros izquierda-derecha, centro cristalino de veinte metros, cabezazo impecable y gol. Aproximadamente, cuatro segundos de fútbol eléctrico, o sea, lo que algunos enterados llaman fútbol de segunda, sin acumulación de minutos de posesión (infernal) y tal y tal. Todo muy vertical, vaya. Puestas así las cosas tan de cara, todo parece en principio más sencillo, y efectivamente así fue: una primera parte de un Madrid notablemente sólido y ordenado cuya contundencia se manifestó en la segunda versión de argumento anti matraka tiki-taka, ahora superándose al utilizar un jugador, un toque y dos segundos menos que en la anterior: pase de cuarenta metros de Varane y control, vaselina y gol para la videoteca de Asensio. Tikitakaland se desploma ante tanta infame verticalidad, ejemplo del antifútbol más mezquino. No sé dónde vamos a llegar.

Entre tanta excelencia y superioridad madridista, tenía que asomar, cómo si no, el hocico de cacosmia arbitral correspondiente. Raramente suelo hacer mención de los árbitros y su influencia en las competiciones, pero casi voy a aprovechar que estamos comentando una victoria amplia, que parece que en estos casos las injusticias son menos y la cosa no es así. Por lo tanto, no reclamamos victoria, sólo denunciamos la que se avecina. Con todo lo vivido desde aquel escandaloso ovrebazo del Chelsea-Tikita FC hasta el día de hoy, uno no puede dejar de andar con la mosca detrás de la oreja cuando los catalanes declarantes a Hacienda andan metidos en el juego. Parece que se anuncia tormenta esta temporada también: ayer el codazo clamoroso de Alba en el Barcelona-Betis no merecía ni amarilla y creo que ni falta, que para qué vamos a andar parando el partido; hoy los agarrones clamorosos (dos, concretamente, en sendos contraataques) a Casemiro, tampoco. Bien mirado, esto de no sacar tarjetas cuando se merecen es lo que se llama coherencia a la hora de aplicar el reglamento, así que no nos vamos a poder quejar gran cosa, ¿no?  

Y hablando de Casemiro… En un partido portentoso (uno más), vuelve a dejar claro este jugador que es el pilar sobre el que se tiene que montar este equipo. Si además tiene a su lado al inconmensurable Kovacic de hoy, nos podemos dar el lujo de tener a Carvajal y Marcelo de laterales pirómanos dándole a la castañuela y al sobrado de Camas ramoseando a gusto como a él le gusta (hoy en dos ocasiones, concretamente), y ya si me apuran, a Varane –¡ay, Varane, Varane!– vestido de lagarterana, que no hay cuidado: por ahí sale el tío de la guadaña a arreglar los posibles desaguisados de sus satélites. Es Casemiro un imprescindible sin discusión… que, por cierto, fue ignorado por Zidane en sus comienzos, y de ahí –y de algunas otras cosas más– mis dudas (cada vez más pequeñas, hay que decirlo) con el francés. 

Tras el segundo gol de Asensio (ojo a este jugador, que siendo enorme de clase, anda escuchimizado de actitud: futuro incierto, por lo tanto) y llegado el descanso con ese 0-2 y, sobre todo, con esa superioridad y solidez madridista, donde el mayor logro del entrenador creo que es la actitud solidaria que parece haber transmitido a sus jugadores, el Madrid bajó el ritmo ya en la segunda parte a la vez que la Real lo elevaba, jugando como lo hacía ante su público. Resolvió la situación con oficio y seriedad el equipo madridista, manteniendo el resultado hasta que al final Bale hizo el 0-3 –volviendo a insistir en la verticalidad y rapidez de ejecución como modelo alternativo al tokomocho ese–, y no sin tener que soportar una mayor intensidad del equipo vasco, que llegó a ponerse bastante pegajoso en momentos. Pasamos pues de una primera parte de paseo por la playa a una segunda parte trabajada y de oficio, oficio como el mostrado por Morata en un sobresaliente partido que muestra todo su valor y todas sus limitaciones, es decir, todo lo bueno que tiene y todo a lo que no llegará nunca. 

En definitiva, muy buenas vibraciones en este arranque liguero; que dure.