¡Bellingham! ¡Bellingham! ¡Bellingham! ¡Bellingham! Cuatro partidos, cinco goles; cuatro partidos con el astro de Stourbridge y cuatro victorias. ¡Hey Jude, you were made to go out and get a new Orejona! No recuerdo un comienzo tan fulgurante en la historia del Real Madrid.  No pasa por esta blanca cabeza  otro jugador que haya asimilado con tanta rapidez las esencias del más puro madridismo.  No hay dudas de que una nueva y rutilante estrella ha nacido en este remodelado Bernabéu… , y ya que hablo de elementos de más allá de la Tierra, tengo que apuntar que este nuevo y multifuncional estadio parece un OVNI amablemente posado en Concha Espina. Bueno, OVNI, no, más bien OFCI, Obra Florentina Claramente Identificada.

Y vayamos ya al rudo partido protagonizado por los mamporreros de Bordalás con la camuflada ayuda del sibilino Melero. Perdí la cuenta de las tarjetas –amarillas, eh, sólo amarillas– que se llevaron los azulones. Lo peor que es debieron de ser muchas más y alguna, y a alguno, por duplicado. Una vergüenza de arbitraje y VAR y ya sólo faltó que, tras tangar un par de penaltis a los blancos, hubiese hecho aparición Rubiales, al final de la primera mitad, para darse un buen “pico” con Melero. Eso sí, pienso que eso no habría provocado protesta alguna por parte del bando zurdo.

Ay, carallo, que me entretengo con otras cosas. Que sí, que comenzamos muy mal el partido como consecuencia de un pase fallido de Frank García que aprovechó muy bien nuestro ex, Borja Mayoral, para marcar el primer gol del encuentro y obligarnos a una dura remontada de once contra doce, pues pocos minutos después una clara mano del cancerbero David Soria no le pareció sancionable a nuestro querido Mario -¡vaya tarde con Mario!-. Así que entiendo perfectamente el cabreo del bueno de Carvajal que le llevó a golpear repetidamente nuestro  bello  césped retráctil. Por suerte, el árbitro dejó pasar ese cruel castigo a la naturaleza; pero, Dani, cuidado de ahora en adelante.

La primera parte terminó con un injusto cero-uno, no sólo por los atracos meleristas sino, también,  como consecuencia directa del extraordinario partido que se marcó David Soria. No sé -y no lo descarto- si pensar que el bueno de David estaba extra-motivado por la decisión florentina a favor de Kepa, pero lo cierto es que hizo más de un paradón para enmarcar.

En la segunda, acertadamente,  Carletto decidió mover el banquillo y entraron Kroos y Nacho por un desdibujado Camavinga y por el atribulado Frank García. Nacho ocupó el puesto de central  izquierdo y Alaba se fue al lateral. El cambio en el rendimiento del equipo blanco fue notable y en pocos minutos la pizarra del Bernabéu registró el empate: saque de esquina del Doctor Lukita, que es rechazado, pero la pelota vuelve a sus pies y, con el exterior, centra bombeado y, tras mano clarísima de Djené, Joselu, al fin, marca su primer gol con la camiseta blanca. 

Lo que vino después no se le hubiese ocurrido ni siquiera Hitchcock, suspense total sobre si los árbitros daban por bueno el gol madridista, señalaban penalti o argumentaban que el bueno de Joselu estaba en fuera de juego. Tras casi cinco minutos de nerviosa espera validaron el gol y el partido cambió radicalmente de sesgo. No terminó en goleada blanca (tres palos que impidieron goles de Kroos, Modric y Carvajal) porque había que dejarnos la emoción de la decisión, en el descuento, por parte de nuestra nueva estrella. 

¡Hey Jude!  ¡A seguir así! ¡Hala Madrid!