El Madrid mejoró el nivel mostrado ante el Leipzig y el Vini, con la imprescindible ayuda de Rüdiger,  volvió a abrir la lata de los goles. Luego llegaron tres más y  ganamos al Celta del pasado de peso Benítez y del pasado de pesado Abel  Cabaleiro con un marcador contundente pero no convincente. 

Vinicius de Bemoles (nada que ver con de Moraes, aunque entre poetas anda el juego) no soporta que no le dejen jugar a base de faltas claras que, en la mayoría de los casos, pasa de señalarlas el obediente  delegado del CTA. Por eso entiendo (que no justifico) el empujoncito  de anoche a Mingueza que, luego, imagino que se disculpó con él diciendo algo así como: “Vini, es que estaba como loco por tener tu camiseta”. 

El Vini es un jugadorazo y, además, como tiene carácter, se calienta con rapidez y, al final, se la sudan esas amarillas con las que, generosamente, le obsequian los árbitros intentando recordarle, partido tras partido, quiénes son los que quieren controlar el cotarro futbolero. Pero Vini de Bemoles, haciendo gala a su nombre,  no se acojona, pero, si no aprende a utilizar el cerebro para controlar sus cabreos jugará muchos menos partidos cada temporada.  

Él y Jude son, ahora mismo, las piezas de caza más valoradas por los enemigos del blanco que reina en el mundo del fútbol y tendrán que idear un protocolo para solucionar una situación que, estoy seguro, irá a más. Así que se me ocurre una idea, asociada con eso que tanto nos venden ahora de “paz y amor”. ¿Qué les hacen una falta? Pues le tiran un besito al faltón. ¿Qué el árbitro no  canta la falta? Pues dos besitos, con mano en el pecho incluida, a los empleados del Cantalejos. ¿Les sacarán entonces una roja por exceso de ironía? Veremos.